No puedo dejar de pensar en ella. Las luces pasan veloces,
como estrellas fugaces. Son demasiado brillantes. El mundo se mueve al revés y
yo veo cómo pasa por mi cabeza la imagen de ella. Entre lápices y borradores,
por entre los tres ganchos de mi carpeta la veo a ella.
El objeto de estudio de la sociología es…
Ella es mi objeto de estudio. Con su pelo castaño cobrizo
apenas ondulado, el flequillo hacia un lado sostenido por una hebilla en forma
de estrella. La frente amplia, las cejas cuidadosamente retocadas a pinza y
precisión. Los ojos almendrados, remarcados con un poco de maquillaje que hacía
resaltar el verde de su iris. La curva de la nariz adornada con esas pocas
pequitas preciosas. Una nariz perfecta, con la punta redondita. Los labios finos,
el de abajo un poco más carnoso que el de arriba. La pera angular pero sin ser
puntuda. Y esa sonrisa… una sonrisa de cien invitaciones a tomar un helado.
Todo desaparece en presencia de ella, todo se desvanece. Paredes
blancas empapeladas con trabajos escolares. La puerta de entrada, los
escritorios alineados, el pizarrón de fondo. Las paredes sucias y llenas de
grafitis de mala calidad, hechos a lápiz o a fibrón. La mayoría contenía
mensajes cursis de amor o amistad. Nunca escribiría algo así para ella. Ella se
merece más que un “T amo”, más que un “juntos x 100pre”. La puerta de chapa no
cerraba bien, hacía un ruido espantoso cada vez que se abría. Las luces de tubo
son demasiado brillantes.
Escucho voces que me llaman por mi nombre. Y el mundo sigue pasando
frente a mis ojos en reversa.
Aizu Kanna®
15 Mayo 2013
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